Portavoza
Los más jóvenes no lo recordarán pero, hace unos años, el término jueza no existía. Reconozco que, al principio, me parecía feísimo y superfluo, puesto que juez es una palabra neutra. Hoy sigo pensando que juez es neutra y jueza estrictamente superflua, pero la uso como todo el mundo, incluidos los académicos de la RAE, que hace años la admitieron en su diccionario. Ignoro si portavoza triunfará o fracasará en el intento, como otras propuestas de desdoblamiento, pero me gustaría situar el ruido que ha desencadenado en la realidad donde vivimos. Hace unos días volví a Madrid en AVE. Para salir a la calle, atravesé un pasillo que ya había recorrido muchas veces, un espacio abovedado, forrado desde el suelo hasta el techo con anuncios publicitarios de una sociedad médica privada que ofrece asistencia sanitaria por Internet, pero ese día me fijé en algo que nunca hasta entonces me había llamado la atención. Los pacientes —aunque quizás sería más exacto llamarlos clientes— que se comunican en los anuncios con doctores, varones, les tratan de usted, mientras que los que dialogan a través de su móvil con una doctora, mujer, la tratan de tú. Me pareció un ejemplo muy útil para explicar en qué consisten los micromachismos, esas sutiles maniobras que a diario logran degradar o discriminar a las mujeres sin que se note y que obviamente existen, aunque el término que los define no figure en el diccionario de la RAE. En una sociedad donde la publicidad normaliza que dos personas que tienen la misma formación y hacen el mismo trabajo no reciban el mismo tratamiento, la polémica generada por la propuesta de llamar portavozas a las portavoces me parece ridícula. Sobre todo cuando ya nadie habla de las jueces, sino de las juezas.