La constancia de la existencia de juegos de azar se remonta a los sumerios y asirios, culturas que tallaban huesos de animales para formar prismas de cuatro caras que empleaban a modo de rudimentarios dados. En la época de los egipcios también existe constancia de estas prácticas: rondando el 2000 a. C., aparecen las primeras referencias a los actuales dados de seis caras; pero no es hasta la llegada del Imperio Romano cuando este tipo de ocio comienza a evolucionar hasta los formatos que hoy nos son familiares.

El juego en la Antigua Roma

En la Antigua Roma se sabe que Julio César (100-44 a. C.) tenía por costumbre disfrutar de las apuestas públicas que se daban durante los festejos de las Saturnales. También se le atribuye la frase alea iacta est, que tradicionalmente se ha traducido por «la suerte está echada», aunque su significado literal haga referencia al momento de lanzar los dados. Augusto (63 a. C.-14 d. C.) popularizó un juego con notable parecido al backgammon, el Alea, que se convirtió en todo un clásico en sus banquetes, sobre todo tras la cena, comida que los romanos consideraban la más importante del día. En el reinado de Augusto, Horacio constató el auge de la afición a los juegos de azar: “El joven romano ha abandonado la equitación y la caza, y parece centrarse más en el uso de sus habilidades para los juegos de azar”.

Claudio (10 a. C.-54 d. C.), conocido por su peculiar carácter, mandó construir una mesa que se adaptase a sus carruajes y que le permitieses jugar durante sus viajes. Su pasión por los dados llegaba hasta tal punto que no era extraño que ordenase sentar a su mesa a presos que él había condenado previamente. Calígula (12-41 d. C.) prefería las apuestas, sobre todo las de caballos, aunque también disfrutaba con los dados. Su palacio llegó a convertirse en lugar de apuestas para recaudar fondos para el tesoro del imperio, lo que constituye el origen de las modernas casas de apuestas y casinos online, un sector en el que, hoy en día, cada marca se esfuerza en destacar con jugosas ofertas para todos los bolsillos, lo que supone la democratización del acceso a un tipo de ocio que históricamente estaba destinado a la nobleza y la burguesía.

Posteriormente, durante su convulso gobiernoNerón (37-68 d. C.), último en la dinastía Julio-Claudia, continuaría con esta costumbre: el juego en palacio era habitual durante todo el año, y el propio emperador llegó a jugar descomunales importes a los dados. También se sabe que los Quinquenales Neronia, unos juegos que incluían poesía y teatro entre sus disciplinas, eran objeto de apuestas paralelas.

 

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