No es ninguna sorpresa hablar sobre la pandemia y sus consecuencias en los negocios, pero claro que también tuvo un importantísimo rol en el desplazamiento de muchas empresas de los negocios tradicionales, al comercio electrónico. En esa transición no sólo los comercios, sino también muchas personas tuvieron que adaptarse a esta nueva realidad, que exigía que la mayoría de las compras se realicen de forma virtual.
En ese contexto, el uso de dispositivos móviles para realizar operaciones bancarias, así como las compras online se potenciaron a niveles nunca antes vistos. Cientos de millones de personas en cuarentena comenzaron a utilizar estos medios de compra, incrementando notoriamente las ganancias del comercio electrónico, pero también abriendo la puerta para que entren algunos cibercriminales.
Es que donde hay intercambios de dinero, compras mediante métodos relativamente complejos, para personas que se están introduciendo en el mundo online, siempre existe el riesgo de ser víctima de una estafa. Incluso aquellas grandes empresas que cuentan con decenas de medidas de seguridad, a veces también pueden ser víctimas de una estafa, como le sucedió al gigante de los videojuegos Activision, o el sitio de engaños Ashley Madison, publicando los datos de millones de usuarios.
Según las estadísticas más recientes al respecto, los delitos cibernéticos crecieron más del 238% en todo el mundo, causando otra verdadera “pandemia” de robos. En un contexto en el que comercio electrónico está ganando muchos adeptos por su conveniencia y sobre todo ahorro de costos, muchas empresas se están dando a la tarea de fortalecer la seguridad tanto de sus aplicaciones, así como la del comercio electrónico en general.
La intervención del “hackeo ético”
Una de las respuestas de la industria de la seguridad digital a estos ataques, fue contratar a algunos hackers o personas capacitadas en las intrusiones a sistemas seguros. Su nueva tarea, lejos del mundo del delito, era probar estos sistemas para prevenir que otras personas con su capacitación puedan ingresar a robar los datos de los usuarios.
Así nació lo que hoy se conoce como hackeo responsable, que tiene como objetivo asegurarse que no hay puntos débiles en las armaduras que protegen a estas bases de datos y otros sistemas vitales. Esta nueva profesión, que se puede aprender de forma online con un curso de hackeo ético, está en boca de todos como una de las formas de ciberseguridad más interesantes que existen, ya que se trata de una forma muy especializada de descubrir si hay puntos débiles en un sistema.
Con una oferta laboral en pleno auge, son cada vez más las empresas que están buscando este tipo de especialistas, ya que además de ser programadores, muchos son expertos en los posibles huecos que pueden encontrar otros hackers. Estas tareas, que tienen muy buenos salarios, son un gasto ínfimo para las empresas en comparación con lo que pueden perder ante una filtración.
En este contexto de crecimiento permanente de los sistemas de venta online y con un pronóstico que indica que la mayoría de los negocios del mundo pasarán por el comercio electrónico, el universo de los hackers éticos sólo puede crecer. Quizás algún día se logre cubrir toda la demanda, pero por el momento se está muy lejos de eso.